- Oh.. Al fin.
Se levantó de la cama de su hermano que al parecer también era la suya, estiró su cuerpo y sonrió - Dormí mucho tiempo, al parecer...
Se fue en dirección al baño y una vez allí se contempló en el espejo - Ugh.. Dante, esta ropa...
Tenían las mismas peleas de siempre, si es que la definición de "siempre" fue antes de que Vergil cayera en coma. Los gustos, eran los contrarios. Aquella bolita de vidrio era remplazada por el parche; la chaqueta larga roja remplazada por la chaqueta larga azul, sus armas de fuego remplazadas por las armas más sigilosas y mortales que existen.
Vergil y Dante existen pero no en un mismo mundo; comparten un mismo cuerpo pero no se comportan igual ni tienen gustos iguales; son igual de asesinos pero con métodos completamente distintos. Ninguno era bueno, pero Dante era mejor a la hora de buscar la paz; Vergil? Era hielo seco, mientras Dante era una persona, al menos.
Sin embargo todo esto sólo lo sabía Vergil, y le gustaba ser el peor de los hermanos; de hecho, le gustaba tanto, que parte de esa actitud asesina de Vergil se notaba en Dante.
Entonces, por qué despertó?
La parte asesina se estaba extinguiendo, y la respuesta era renacer el subconsciente que tanto necesitaba Dante para poder vivir.
Una vez en el baño, sacó de una de las gavetas una caja, negra completamente. Una vez abierta lo único que sobresalía era un objeto esférico, brillante, pulido, liso completamente. Sacó el parche de donde estaba y acercó el objeto a su rostro.
Tenía años sin sacar su ojo de vidrio, cosa que a Vergil le parecía mucho más elegante que un maldito parche. - Dante... Hay que ser visto fuerte, no como un deshabilitado.
Siempre le hablaba a su hermano y le mencionaba cada error que tenía a pesar de que no podía escuchar. Siempre criticaba cómo se vestía, cómo actuaba, qué hacía, los amigos que tenía... Era el típico hermano menor de la familia, el que siempre fastidiaba.
Otra caja, esta vez roja, un poco más grande y más alargada; contenía varias agujas, ligas, algodones, un pote de alcohol, y varios tipos de sedantes y venenos - Esto... esto es lo que buscaba.
Sus armas eran las que usaban los médicos para curar, y sus técnicas eran casi enviadas por los ninjas, si existieran en esta época. Mientras a Dante le gustaba llamar la atención, a Vergil le gustaba tener clase y elegancia, acercarse a sus presas por detrás, o por delante, cuando menos se lo esperaban, y atacar con finura, casi se podía bailar un vals a la hora de un asesinato hecho por la mano de Vergil.
Se puso su típico vestuario y sacó de su nevera caviar. Vergil era lo suficientemente poderoso en el cuerpo de Dante como para hacer que éste guardara cajas sin saber qué eran, guardar comida para ocasiones especiales, hacer acciones específicas para que se le hiciera el trabajo más fácil. Desde que despertó ya tenía en la cabeza las imágenes de a quienes podría matar.
Lilium puede morir... Lazz. Christine. Rodney. Fuko. Ebedi. Contando a las personas que ha visto en la calle pero no conoce.
Todas estas personas eran víctimas menores. Presas más fáciles que pisar una cucaracha, y Vergil tenía memoria de todas estas personas, además de los lugares en el pueblo. Tenía la capacidad de usar la memoria de Dante y al mismo tiempo tener su propia memoria; de hecho, siempre se decía que él es el que debería existir, en vez de Dante... Por su puesto que así es todo hermano menor, quiere llevarse el crédito en todo.
No habían pasado ni 20 minutos cuando ya tenía esa sed de homicidio, aquella necesidad de ver, oler, incluso beber la sangre de sus víctimas en un intento personal de hacer un ritual específico sólo para saciarse y buscarse placer, ya que era la única diversión que encontraba en su vida: matar.
Se levantó de la silla y comenzó a lavar los platos que estaban sucios. A pesar de que se conocía su propio cuerpo tanto como Dante, se sentía diferente. Se sentía nuevo, más vivo, lleno de energía y con el conocimiento de que puede llegar a hacerlo todo; absolutamente todo lo que él desee. Y no lo que Dante hacía.
Familia? Pareja? Una hija? Esas cosas sucias que le estaban gustando a Dante últimamente tenían que acabarse. Se preguntaba cómo era posible que la mayoría de las personas siguiesen vivas en este pueblo... Y cómo es que le disparó a alguien tres veces sin asesinarlo? Eran conductas que obviamente tenían que acomodarse en Dante; y las tenía que acomodar su hermano a como diera lugar.
Agarró uno de los cuchillos y se hizo una cortada relativamente pequeña en la palma de su mano, tomándose y chupando la sangre que salía. Acostumbraba a hacer esto cada vez que despertaba, es por eso que a veces Dante se preguntó en una época por qué tenía tantas cortadas en la mano; y es que en esa época estaba tan tranquilo como Dante, que Vergil le dejó un recordatorio de más de 20 cortadas en la misma mano. Por su puesto que una infección no podía aparecer por lo cuidadoso que era.
Volvió al baño y sacó otra botella de alcohol, para no estar gastando la que usaba para asesinar a sus víctimas, se echó un poco en la mano cortada y sonrió al sentir el cómodo y caliente ardor que tanto le encantaba. De otra gaveta sacó un frasco de pastillas que necesitaba y se tomó una.
A Vergil le encantaba la Vitamina C; le recordaban a cuando Dante era pequeño, que se tomaba casi dos por día. Al final, quedó con las ganas de tomarse esas pastillas como acostumbraba, sin embargo lo único que se lo pedía era su subconsciente, al cual Dante no le prestaba atención.
Dio una vuelta por la casa para observar qué tan conservada estaba y esa fue una de las primeras veces en las cuales Vergil no tuvo razón por la cual criticar a Dante; casi todo estaba en perfecto estado, sin embargo era obvio para Vergil que era porque él había estado viviendo en otros lugares que no fueran aquella casa, cosa que también le molestaba. Agarró sus llaves, guindó su equipamiento en uno de sus costados, salió de la casa y caminó...
- Aquella florista.. Cómo se llamaba?