Se sentía extraño, ya había pasado un tiempo desde que rondaba por Hell, acompañado por su sombra. Incluso algunas veces se sentía un poco acosado por ésta misma de tanta soledad que sentía.
Había sido acosado por una pelirosa; bueno, al menos algo así parecía, Christine parecía odiarlo, la gente de Hell se había vuelto un tanto aburrida y ya no había tanta actividad en aquel pueblo que solía ser así.
Había llegado un momento en el que extrañaba aquella soledad y la obligación de tener que levantarse todos los días sólo a rondar por el pueblo porque no encontraba a personas con quien estar, pero una vez dentro de esta rutina maldita, se dio cuenta de que no la extrañaba en lo absoluto, era más bien una manera fácil de zafarse de sus responsabilidades sociales que tenía en ese pueblo.
No pasó mucho cuando se encontró de frente con aquella edificación supuestamente tenebrosa, que en realidad tenía el tono de cualquier hospital existente en el mundo. Para Dante este lugar era bastante común. Sin embargo le llamó la atención el hecho de que nunca ha estado allí metido. Quizás sería una buena opción echar un vistazo no más, no le haría daño a alguien.
Aquella estructura era enorme. Se preguntaba a sí mismo cuánto tardaría en recorrer todo el lugar; sin embargo no era un museo, pensó en días, tal vez meses de recorrido. Se emocionó al pensar que sería como un manicomio abandonado, y si no lo estaba, más atractiva le parecía la idea de eso. Después de todo siempre había querido pasar por esa habitación llena de sangre de aquel hombre que enloqueció y se golpeaba la cabeza con las paredes de su habitación; o quizás aquella habitación con una de esas señoras sentadas en el piso, en posición fetal, llorando a gritos.
Otras veces se cuestionaba su propia sanidad.
Una cosa que sí criticaba del lugar eran los pasillos. Habían demasiados, y si las personas que entran están locas, no entendía como ese enredo de pasillos los iba a curar mentalmente. Después de cruzar dos veces a la derecha y una a la izquierda se detuvo en un pasillo con olor a sangre.
No era real, sin embargo. Era simplemente imaginación; había estado viendo habitaciones aisladas sin algún tipo de comodidad y ya lo empezaba a asociar con su estadía en Palestina. Le traía demasiados recuerdos de torturas y violaciones tanto a él como a otros niños.
La adrenalina corría por sus venas en aquel momento y eran demasiadas las ganas de encontrarse cara a cara con la muerte.